La consciencia del cafetal
Para citar este artículo:
Arcia G., John H. (Abril de 2016). La consciencia del cafetal. Web universo arke. blog-topos, Anecdotario. Recuperado de: https://www.universoarke.com/blog-topos/anecdotario/la-consciencia-del-cafetal. Noviembre 02, 2024 - 20:03Resumen
El presente texto muestra la interpretación que se lleva a cabo de las fotografías de Rodrigo Grajales, las cuales sugieren desde sus formas simbólicas la experiencia de vida inmersa en la consciencia agrícola del cafetal donde la transmutación alquímica en términos de la propuesta de la psicología de Carl Gustav Jung, se convierte en metáfora del recorrido diario de aquellos seres humanos que en constante relación con el arbusto de café, descubren la multiplicidad psíquica de personas a través de la recolección y el tratamiento de los frutos rojos (maduros). El recolector de café se muestra como un alquimista vegetal que requiere de la “sensación de participación”, para establecer la relación de intercambio de pasiones animales e imaginarios vegetales; donde el resultado es la bebida de café como opus.
La exposición fotográfica del profesor Rodrigo Grajales permite contemplar y evocar desde uno de los contextos cotidianos del territorio colombiano, la experiencia de vida de hombres que históricamente se transforman al ritmo y el tiempo de las plantas de café (hombres de Consciencia Agrícola[1]), que se convierten, por un largo periodo, en el vestido preferido de las montañas del centro del país. El cafetal no es sólo el territorio dispuesto para la siembra de una especie vegetal específica, sino, el contexto en el que se teje la consciencia agrícola que se fundamenta entre el arbusto de café y el recolector de las cerezas (“granos”) que han alcanzado el color rojo.
En las fotografías el profesor Grajales recrea una de las características de la consciencia agrícola cafetera, como es la recurrente ausencia del rostro, no porque los hombres carezcan de éste, sino porque al ser la manifestación explícita de la persona, ésta (la persona) debe presentarse de acuerdo a la organización lógica de la consciencia que emerge en el cafetal.
La palabra persona que viene del latín persōna y del griego πρόσωπον, se utiliza en otros tiempos para mencionar la máscara que se presenta en el escenario; aquella que contribuye a que el actor personifique en todo su Ser, la fantasía que debe ofrecer a los espectadores.
En las fotografías de Rodrigo Grajales las personas (las máscaras) aparecen elaboradas de tela, plástico e incluso de costal de cabuya o fibra que sirve para dicha actuación; donde el recolector de café no es sólo un individuo socio-cultural, también es el hombre que en relación con lo vegetal despierta pasiones de la memoria primitiva[2] que cotidianamente se encuentran silenciadas por la convencionalidad colectiva. Basta con recobrar de los lugares de la misma memoria aquellos cantos del recolector de café amplificados por la presencia de Eco (la ninfa que devuelve el habla al oído de los seres humanos desde la Antigua Grecia) escondida en la montaña, que tiene como público un sinnúmero de arbustos y, tal vez, a un desprevenido caminante que transita por el sendero aledaño de alguna finca cafetera, para darse cuenta que allí existe un hombre poseído por una extraña presencia de la cual no se puede resistir y le obliga a cantar “a toda voz”. Dicho canto llega incluso hasta las montañas próximas, al dejar una estela de sonido que se desvanece lentamente con el viento.
El recolector de café en la medida que hace vibrar la Psique mediante el canto, se transforma (personifica a) en esa persona que recrea a través de la melodía que ofrece al mundo; de la misma manera sucede, en otras ocasiones, cuando en el íntimo encuentro que tiene con cada arbusto, espontáneamente le vienen sensaciones de todos los sentidos (incluyendo la aisthesis, el sentido de lo Bello) cubiertas de emociones que personifican su Ser, hasta el punto que las facciones del rostro, toman la forma de ésta presencia momentánea y primitiva. Es por ello, que se plantea en líneas anteriores, que la ausencia de rostro no es una carencia de personalidad en el recolector; por el contrario, es la prueba de la pluralidad de personas que subyacen al hombre de la consciencia agrícola.
La pluralidad de personas es una manifestación característica de la Psique, que sólo en la modernidad se logra reducir a una personalidad, encapsulándola en la fantasía del individuo y la subjetividad; pero la consciencia agrícola del recolector de café, se resiste a cumplir los requisitos de la unidimensionalidad contemporánea; se niega a seguir tiempos lineales orientados por exclusivas lógicas económicas. Los tiempos en el cafetal son distintos, porque están dispuestos por características cíclicas parecidas a las de los vegetales. La prueba de ello está en las fotografías de Rodrigo Grajales, donde aparecen recurrentemente representaciones simbólicas de receptáculos que anidan el fruto rojo, signo de la madurez, como el bote recolector y el costal de fibra o cabuya.
El fruto rojo posee el color que según Jung[3], simbólicamente manifiesta el principio vital del espíritu y la prueba de que un material ordinario, cuando ha conseguido lo que en la tradición alquímica se llama íosis (enrojecimiento)[4] por el aumento del fuego en la retorta, está listo para las “nupcias alquímicas” como acontecimiento en el que el espíritu enrojecido muere (simbólicamente) en un proceso de transmutación, para emerger con otras características, pero conservando su esencia[5]. Lo mismo sucede en el cafetal cuando el recolector se siente atraído por el rojo de los frutos, porque éstos le indican que están dispuestos a ser trasladados al bote, donde comienza el proceso alquímico de transmutación, desde el que se espera obtener una de las bebidas preferidas por el mundo para estimular la actividad diaria.
El hombre buscador de granos rojos del arbusto de café como alquimista prepara la materia prima (prima materia) en estado de enrojecimiento, al depositarlos en el bote recolector y posteriormente en el costal. Estos recipientes marcan el tránsito de los granos, desde un contexto en el que vegetalmente emergen, hasta el de la techné, donde ha de continuar el proceso de transmutación; pero a la vez devuelven (los recipientes) la mirada del hombre hacia el cafetal, a la espera de otro día más de colecta, de otro momento el de la siembra, o de otros tiempos de cosecha.
El encuentro entre el recolector y el arbusto de café se convierte en un erotismo en el que la “sensación de participación” transforma al ser humano en una experiencia plural de personalidades, a la planta en un ser que habla y tiene consciencia, a los frutos en la materia prima de la transmutación alquímica y quizás, los vestigios de la aurora de la agricultura. Todo ello como se ha dicho, no es sólo un territorio para cultivar, sino un contexto en el que se evoca la consciencia agrícola del cafetal.
Pero las fotografías del profesor Grajales tienen todavía algo que decir sobre la experiencia imaginal que desea provocar, puesto que existen en ellas imágenes de partida y despedida de un día de campo en la montaña cubierta por arbustos de café. La exposición fotográfica posee imágenes en las que se percibe el encuentro de varios recolectores al parecer en el acaecer de la jornada, otros que ya retornan al camino que comunica con el hogar, donde han de conseguir el descanso de tal desborde pasional; pero sobre todo, el lugar en el que se resguardan los sueños nocturnos, porque luego de experienciar la “sensación de participación” no se confía en la tregua que pueda darse entre las imágenes diurnas y nocturnas, para una consciencia que decide escucharlas por igual.
El bote y el costal mientras se encuentren ausentes de la materia prima enrojecida, comunican al recolector la sensación de vacío “uterino” que conlleva el deseo de anidar otra vez los granos rojos como un llamado cíclico, en una exigencia vegetal y cultural. Es por ello que se considera importante resaltar que en las fotografías del profesor Grajales, se encuentran representaciones simbólicas (el bote y el costal) que recuerdan que el tiempo de la consciencia agrícola es un tiempo cíclico, donde el enrojecimiento del grano trae instantes de exaltación pasional, contacto imaginario con el arbusto, nidación de los granos en el bote, más peso que llevar “al hombro” en el costal; pero también, con su ausencia, devienen estados de apaciguamiento, momentos para pensar e instantes en los que es preciso embriagar la psique[6].
La consciencia agrícola del cafetal que presenta Rodrigo Grajales en sus fotografías, posee otra característica singular; la del predominio de las plantas alrededor del hombre. Una muestra no tanto del protagonismo vegetal, sino de la postura que asume el Ser en el mundo cuando el habla se teje en un contexto natural. Este tipo de habla coincide con la presencia plural de personalidad y el deseo de buscar los frutos rojos, como símbolo de transmutación porque a ambos les es inherente la compañía de la “sensación de participación”[7], que según Joseph Campbell[8] es la costumbre de habitar el mundo como un continuum indiferenciado de experiencia simultáneamente subjetiva y objetiva (participación) y que está totalmente vivo.
La consciencia agrícola del cafetal vincula al recolector y al arbusto en un continuum, en el que se comparten pasiones, puesto que al parecer es difícil establecer límites y órdenes causales en el momento en el que las manos del hombre se extienden hacia los frutos rojos, o tal vez, el arbusto cautiva los sentidos de aquel con su opus. ¿Es el recolector el que rapta los frutos del árbol, o es el árbol el que le ofrece los frutos al recolector entregándolos en sus manos? ¿Cuál será el secreto que se esconde en medio de la relación entre un arbusto de café y un hombre, que éste último no se puede resistir a la floración espontánea de pasiones que se adueñan del momento en el que se tratan de elegir los frutos maduros?
El recolector y el arbusto de café unidos por la “sensación de participación”, como se recrea en las fotografías, hacen del encuentro una conversación de imaginarios entre lo animal y vegetal; y al ser humano (cultural) testigo del acontecimiento que el cosmos vive. Las plantas hablan y los granos rojos tienen consciencia por el hecho de “estar-ahí”. ¡Es posible que el recolector al acariciar las ramas, el tallo y los frutos verdes, amarillos y rojos, experiencie por instantes, los sueños de las plantas cuando depositan en la semilla la confianza de otro amanecer en territorios distantes! ¡También puede suceder, que la planta en su aparente quietud logre percibir los pensamientos espontáneos que invaden la naturaleza animal del hombre cuando se acerca a lo vegetal! ¡Quizás todo esto sea un enigma difícil de capturar por el lenguaje, que se deposita en la memoria de aquel que ha logrado actuar en el escenario de la consciencia agrícola del cafetal...!
El encuentro entre el recolector y el arbusto de café se convierte en un erotismo en el que la “sensación de participación” transforma al ser humano en una experiencia plural de personalidades, a la planta en un ser que habla y tiene consciencia, a los frutos en la materia prima de la transmutación alquímica y quizás, los vestigios de la aurora de la agricultura. Todo ello como se ha dicho, no es sólo un territorio para cultivar, sino un contexto en el que se evoca la consciencia agrícola del cafetal.
Pero las fotografías del profesor Grajales tienen todavía algo que decir sobre la experiencia imaginal que desea provocar, puesto que existen en ellas imágenes de partida y despedida de un día de campo en la montaña cubierta por arbustos de café.
La exposición fotográfica posee imágenes en las que se percibe el encuentro de varios recolectores al parecer en el acaecer de la jornada, otros que ya retornan al camino que comunica con el hogar, donde han de conseguir el descanso de tal desborde pasional; pero sobre todo, el lugar en el que se resguardan los sueños nocturnos, porque luego de experienciar la “sensación de participación” no se confía en la tregua que pueda darse entre las imágenes diurnas y nocturnas, para una consciencia que decide escucharlas por igual.
El camino de regreso en la fotografía representa simbólicamente el tránsito de la luz a la oscuridad, del mundo solar al lunar, de la psique que sostiene las imágenes desde lo material (prima materia) hacia aquella que figura lo material desde lo imaginal (los sueños oníricos).
El recolector de regreso al hogar, en ocasiones tiene como guardián y compañero al perro, que simbólicamente “mordisquea al hombre en el camino” para ahuyentar las presencias animadas y así, le ayuda a recordar el necesario tránsito de la ensoñación agrícola hacia lo cultural. Como un loco, el recolector se despide durante el caminar, de las imágenes que por un día le convierten en alquimista vegetal; para retornar a la presencia humana en la que la consciencia ha de fantasear no haber conocido nunca la manifestación hablada de las plantas. Sin embargo, en el olor que despide, se encuentra la prueba de haberse sumergido incluso hasta las raíces para conocer el onirismo vegetal.
El profesor Grajales abre y cierra para el espectador, a través de sus fotografías, la experiencia imaginal de la consciencia agrícola, mediante la presentación de las mismas en escalas de grises, donde el negro y el blanco constituyen el límite del color.
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