La anomia y la ausencia de formación en memoria

Para citar este artículo:
Arcia G., John H. (Abril de 2016). La anomia y la ausencia de formación en memoria. Web universo arke. revista-aion, Número 0, Abril de 2016. Recuperado de: https://www.universoarke.com/revista-aion/numero-0-abril-de-2016/la-anomia-y-la-ausencia-de-formacion-en-memoria. Marzo 19, 2024 - 06:12
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¡No escuchar al “sí mismo” es olvidar la “conciencia moral”![1]

 

“Este `Sí mismo´ jamás ocupa el lugar de Dios, quizá sea un recipiente para la gracia divina…”

Carl Gustav Jung. Civilización en Transición.

 

Carl Gustav Jung en el texto “El bien y el mal en la psicología analítica” expone algunas razones por las cuales el conocimiento del “Sí mismo” es fundamental para la ética, y dice[2] lo siguiente:

…la forma ética de la conciencia, que aparece allí donde dos decisiones o modos de actuación confirmados como morales, y concebidos por tanto como “obligaciones”, chocan entre sí. En este caso, no previsto por la costumbre y que suele ser muy individual, se necesita un juicio, que de hecho no se denomina ya moral, es decir, acorde con las costumbres. La decisión no dispone en este caso de ninguna costumbre en la que apoyarse. El factor decisivo de la conciencia es aquí aparentemente otro, no proviene del código moral tradicional sino de la base inconsciente de la personalidad o de la individualidad. La decisión se extrae de las aguas oscuras de lo profundo.

Jung distingue entre la moral y la ética, cuando del lado de la primera ubica a las costumbres y el “código moral tradicional”, mientras que a la ética la relaciona con “la base inconsciente de la personalidad”, “las aguas oscuras de lo profundo”… Desde ésta perspectiva psicológica, el “código moral tradicional” se encuentra determinado por la cultura, mientras que la ética “se extrae” de lo inconsciente[3].

La moral y la ética en este caso son dos cosas distintas pero psicológicamente relacionadas con el “Sí mismo”. Para entender dicha relación es importante ubicarlas reflexivamente en el mismo nivel de importancia, en tanto que, si se considera que la primera es jerárquicamente superior a la segunda, se podría asumir una posición etnocentrista sobre el tema. Por el contrario, si la inclinación es exclusivamente hacia la “ética” –desconociendo cualquier posición moral- podría defenderse un universalismo a ultranza. Lo que se quiere decir es lo siguiente: considerar que el código moral que predomina en la cultura propia se puede trasladar acríticamente a otros contextos, atenta contra la diversidad cultural; de igual manera, promover un ideal sobre lo bueno y sobre lo justo para la humanidad, sin que en ello medie el diálogo intercultural -¡incluso invitaría a pensar si a esta forma de proceder se le puede considerar ética!-, es desconocer la creatividad de los pueblos y la excepcionalidad de cada sujeto.

La moral y la ética se dice que están relacionadas con el “Sí mismo”, la pregunta que surge es ¿de qué manera? Al respecto, Jung manifiesta en la cita anterior: “…la forma ética de la conciencia, que aparece allí donde dos decisiones o modos de actuación confirmados como morales, y concebidos por tanto como “obligaciones”, chocan entre sí. En este caso, no previsto por la costumbre y que suele ser muy individual, se necesita un juicio, que de hecho no se denomina ya moral, es decir, acorde con las costumbres”. En esta expresión se lee que en esos momentos en los que el sujeto se ve abocado a tomar decisiones sobre cuestiones morales y las “obligaciones” que orientan las costumbres culturales “chocan entre sí”, se debe acudir a lo inconsciente.

¿Qué quiere decir que se debe acudir a lo inconsciente? El epígrafe del presente escrito dice: “Este `Sí mismo´ jamás ocupa el lugar de Dios, quizá sea un recipiente para la gracia divina…”[4]. Cuando Jung plantea que éste “Sí mismo” no ocupa el lugar de “Dios” y ofrece la opción de pensarlo como “un recipiente para la gracia divina”, se refiere al autoconocimiento que proporciona escuchar al “Sí mismo”[5]. Y ¿dónde se puede escuchar a ese “Sí mismo”? En el “recipiente para la gracia divina”, en la botella alquímica de la psique moderna…; en la mente del sujeto[6].

La mente del sujeto es la retorta alquímica en la que se transforman los procesos psíquicos, también es uno de los lugares propicios en los que el sujeto cultiva el autoconocimiento, que implica conocimiento del “Sí mismo”. El “Sí mismo” desde la perspectiva del presente texto, es el punto dialéctico entre la moral y la ética; sin embargo, el “Sí mismo” también es la expresión simbólica de todos aquellos procesos psicológicos que articulan sujeto, individuo, conciencia, cultura e inconsciente.

La moral y la ética están psicológicamente relacionadas con el “Sí mismo”, es decir, con el instante dialéctico que emerge cuando el sujeto debe elegir ante “decisiones o modos de actuación confirmados como morales, y concebidos por tanto como “obligaciones”, [que] chocan entre sí…”. Jung dice que la decisión “no proviene del código moral tradicional sino de la base inconsciente…”, esto es, de la disposición y el empeño del individuo para escuchar la voz del inconsciente, al “Sí mismo”.

El “Sí mismo” es la voz que se manifiesta en los instantes dialécticos, que emergen cuando el sujeto se encuentra obligado a tomar decisiones ante la ambivalencia del código moral de la cultura, por la vía ética. La pregunta que queda es la siguiente: ¿Sí la ética se encuentra relacionada con el “Sí mismo” y se manifiesta en la mente, de qué forma se puede acceder a ella?

El presente escrito titula: La Anomia y la Ausencia de Formación en Memoria. ¡No escuchar al “Sí mismo” es Olvidar la “Conciencia Moral”!; pretende mostrar una de las vías desde las cuales es posible acceder a la voz de lo inconsciente en la mente, desde la formación en memoria[7]. También se reconoce que la ausencia de dicha formación conlleva a la anomia, es decir, a la degradación de los códigos morales y la ética. La orientación de dicha reflexión se encuentra inspirada –como se muestra a lo largo del texto- en los argumentos que Carl G. Jung expone sobre la “Conciencia Moral” y desde la presentación que realiza la historiadora inglesa Frances Yates en el arte de la memoria.

En párrafos anteriores se dice que la mente es un lugar propicio para escuchar la voz de lo inconsciente, lo que sucede es que no es lo mismo escuchar mediante el sentido de la audición los sonidos del mundo positivo y real, que escuchar procesos psicológicos y específicamente aquellos que tienen que ver con la memoria. Al respecto, James Hillman plantea que “…las fantasías de la memoria –y todo lo que allí reside y se expresa- pueden ser consideradas como el primer discurso del alma[8]… a través de la memoria los dioses entran en nuestra vida”[9].

Hillman ratifica la relación que existe entre la memoria y el discurso del alma –la voz de lo inconsciente-, que debe ser leído psicológicamente a partir del logos psíquico. Esta propuesta encuentra un aporte interesante en la siguiente expresión de Frances Yates: “La memoria… pertenece a la misma parte del alma que la imaginación; es un archivo de diseños mentales… las imágenes mentales de la memoria no arrancan de la percepción de las cosas presentes sino de las pasadas”[10]. ¡Pero..!, ¿Cómo se mantienen vivas las cosas pasadas en la memoria de tal manera que puedan ser “extraídas” del discurso del alma, es decir, del “Si mismo”? Y ¿de qué forma se puede acceder a dicho discurso?

Frances Yates cuando se refiere al arte de la memoria como aquél en el que “se estampan lugares en la mente”, usa las palabras de uno de los maestros más destacados en la historia de occidente sobre retórica, Quintiliano, y dice lo siguiente:

Se escogen lugares y se les ponen señales con la mayor variedad posible, así una casa espaciosa se divide en cierto número de habitaciones. Todo lo que dentro haya de notable se imprime diligentemente en la mente, a fin de que el pensamiento pueda recorrer todas las partes sin estorbo ni embarazo. La primera tarea es asegurar que no habrá dificultad en caminar por estos lugares, pues esa memoria debe estar tan firmemente establecida que pueda ayudar a otra memoria…[11]

El arte de la memoria permite al ser humano perfeccionar la memoria natural en memoria artificial y utiliza como lugar privilegiado la mente. La descripción de la cita anterior dice: “Se escogen lugares y se les ponen señales con la mayor variedad posible, así una casa espaciosa se divide en cierto número de habitaciones…”; los lugares a los que se refiere no son físicos sino mentales, y por lo tanto, el acceso a ellos ha de ser en términos psicológicos[12]. Yates cuando cita a Quintiliano dice que dichos lugares deben estar bien ordenados -lógicamente- de tal manera que “…el pensamiento pueda recorrer todas las partes sin estorbo ni embarazo”; acá se sugiere “el pensamiento” como una vía a través de la cual se puede acceder al “Sí mismo”, a la voz de lo inconsciente.

El arte de la memoria perfecciona las condiciones naturales de ésta, con el propósito de que en la organización de lugares en la mente se puedan conservar imágenes que posteriormente el sujeto visita a través del pensamiento. Con respecto a las preguntas: ¿cómo se mantienen vivas las cosas pasadas en la memoria de tal manera que puedan ser “extraídas” del discurso del alma, es decir, del “Si mismo”? Y ¿de qué forma se puede acceder a dicho discurso? Respecto a la primera pregunta, es posible decir que las cosas pasadas se mantienen vivas en la memoria gracias a la disposición que tengan en los lugares que se elaboran mediante la imaginación, para que el pensamiento “pueda recorrer todas sin estorbo ni embarazo”[13]. La segunda pregunta adquiere respuesta cuando Yates -al citar a Quintiliano- plantea que es el pensamiento el que hace el recorrido para recordar; es decir, el pensamiento es una de las vías a través de las cuales el sujeto puede escuchar al “Sí mismo” en esos instantes en los que las “obligaciones” del código moral chocan entre sí. Por lo tanto, éste -el sujeto- debe tomar una decisión y extraer de las profundas aguas del inconsciente, sugerencias para la acción.

El pensamiento es una opción en aquellos momentos en los que el sujeto no encuentra herramientas en el código moral y debe optar por la vía ética, aquella que conduce hacia la memoria, a las aguas profundas del inconsciente para escuchar al “Sí mismo”. Esta orientación es cercana a la de Martin Heidegger cuando en Carta sobre el humanismo dice que “éste pensar consiste en rememorar al ser y nada más”[14], esto lo hace desde las lecturas que realiza de Hölderlin y concluye que:

El pensar traba en la construcción de la casa del ser que, como conjunción del ser, conjuga destinalmente la esencia del hombre en su morar en la verdad del ser… Todo este hablar sobre la casa del ser no es ninguna transposición de la imagen de la «casa» al ser. Lo que ocurre es que, partiendo de la esencia del ser, pensada del modo adecuado y conforme a su asunto, un día podremos pensar mejor qué sea «casa» y qué «morar».

De todos modos, el pensar nunca crea la casa del ser. El pensar conduce a la existencia histórica, es decir, a la humanitas del homo humanus, al ámbito donde brota…

El pensar según Heidegger, no crea la casa pero sí conduce a la existencia histórica del ser humano, a la vida que “mora” en la mente con ayuda de la memoria; tal vez por eso éste filósofo afirme: “éste pensar consiste en rememorar al ser y nada más”. Esto ratifica lo que se expone en el presente escrito sobre la importancia que tiene el pensamiento[15] para escuchar al “Sí mismo”; sin embargo, emerge otra pregunta: ¿Quién es el responsable de escuchar al “Sí mismo”?, de escoger lugares en la memoria, poner señales y dividirla en habitaciones?

El responsable de todo esto es el individuo que con disciplina debe hacer de la memoria natural una obra de arte, esto implica reconocer que para responder éticamente ante situaciones donde las “obligaciones” morales chocan entre sí, es importante escuchar al “Sí mismo” que desde la memoria habla al pensamiento.

Afirmar que el individuo es el responsable, no es otorgarle el lugar central de las decisiones mentales, pues aunque este influya en tomar la decisión de superar psicológicamente la memoria natural hacia el arte de la memoria, eso no indica que no deba seguir escuchando al “Sí mismo” como otro proceso psicológico importante –e independiente- como él. Por el contrario, si el individuo se considera a sí mismo como el amo y soberano de la mente, se menosprecia la capacidad que tiene lo inconsciente para contribuir en las decisiones de la vida en la que se requiere de la ética.

La formación en memoria desde la presente perspectiva no es sólo una opción de gusto, es una responsabilidad ética y mental; es un compromiso que los sujetos deben asumir si se quiere afrontar la anomia y también una vía a través de la cual se puede educar sociedades justas. La memoria, por ejemplo, es indispensable en aquellos contextos en los que la noticia se convierte en espectáculo, donde vale más la cantidad de información que la profundidad y el seguimiento responsable de algún hecho relevante para que la gente de un pueblo se encuentre a la altura de los acontecimientos y pueda así participar democráticamente. Pero un pueblo en el que hay ausencia de formación en memoria, es susceptible del olvido ante el derroche de información y el manejo irresponsable del discurso, por parte de los medios de comunicación.

La formación en memoria permite que el sujeto no se distraiga sólo con aspectos contingentes de la vida cotidiana, ofrece el recuerdo de lo que acontece alrededor y también de lo que no se debe olvidar de la historia. Pero aquellos países que obvian la relevancia de este aspecto en la educación, condenan a la gente a vivir en el olvido y con la dificultad de asumir la historia colectiva y la historia del sujeto.

La ausencia de formación en memoria condena a los sujetos a la deriva en el paso del tiempo y el consuelo que le queda, es la fantasía de considerarse amo y soberano de la mente; y respecto a la comunidad, aferrarse al código moral y confiar en las ciegas esperanzas, que por estos días ofrece como espectáculo los medios de comunicación en los discursos políticos, irracionales y mediáticos.

La anomia es compañera de la ausencia de formación en memoria y punto de partida para que los sujetos, al no cultivar el arte de “estampar lugares en la mente”, olviden que, a pesar de que lo individual sea mental, no todo lo mental le pertenece al individuo; también está lo cultural, lo inconsciente, el “Sí mismo”, las imágenes que habitan los lugares de la memoria, pensar, entre otros procesos psicológicos. La ausencia de formación en memoria, al provocar que los sujetos se aferren al código moral del contexto cultural y desde allí lean las acciones de los demás, impide que se presenten condiciones básicas para el diálogo intercultural.

La anomia, por lo tanto, no tendría sólo que ver con la fractura de la moral y de la ética, sino también, con la falta de compromiso por parte de los sujetos para la formación en memoria y en pensamiento dialéctico

El concepto y el fenómeno de la conciencia, contemplados desde la perspectiva psicológica, presentan, así pues, dos situaciones distintas. Por una parte el recuerdo de la costumbre y su admonición y por otra la colisión de obligaciones y su solución mediante la creación de un tercer punto de vista [“Sí mismo”]. Aquél es el aspecto moral del acto de conciencia, éste, su aspecto ético.

En conclusión y al retomar la pregunta de sí la ética se encuentra relacionada con el “Sí mismo” y se manifiesta en la mente ¿de qué forma se puede acceder a ella? La respuesta que se sugiere es: a través de la formación en memoria es como se pueden dar las condiciones cognitivas para el pensamiento dialéctico, que permite a los sujetos escuchar al “Sí mismo”.

 

Bibliografía.

HILLMAN, James. El mito del análisis. Siruela: Madrid, 1992.

JUNG, Carl Gustav. Civilización en transición. Trotta: Madrid, 2001.

_______. Símbolos de transformación. 1ª reimpresión. Paidós: Barcelona, 1982.

YATES, Frances. El arte de la memoria. Siruela: Madrid, 2005.

 

Webgrafía

Arcia, John. “La reminiscencia de la justicia” [Tomado el 18 de julio de 2011.  http://www.universoarke.com/portal/articulos/97-reminiscencia-de-la-justicia.html]

Giegerich, Wolfgang Psicología y Alquimia” [Tomado el 18 de julio de 2011. http://eeskenazi.blogspot.com/search/label/alquimia?updated-max=2010-08-16T20%3A06%3A00%2B02%3A00&max-results=20]

Heidegger, Martin. Carta sobre el humanismo. Alianza: Madrid, 2000. [Tomado el 18 de julio de 2011.  http://homepage.mac.com/eeskenazi/humanismo.html]

 

[1] El presente texto puede considerarse como continuación de las reflexiones que se exponen en el artículo “La reminiscencia de la justicia”, que se encuentra publicado en la página web de Universo ARKE [ http://www.universoarke.com/portal/articulos/97-reminiscencia-de-la-justicia.html]

[2] JUNG, Carl Gustav. Civilización en transición. Trotta: Madrid, 2001. págs. 421 – 422.

[3] En el libro “Símbolos de Transformación” Jung expone la relación psicológica que puede haber entre el simbolismo del agua –“aguas oscuras de lo profundo”- y lo inconsciente, pero sobre todo, destaca que las manifestaciones de lo inconsciente trascienden los límites culturales. JUNG, Carl Gustav. Símbolos de transformación. 1ª reimpresión. Paidós: Barcelona, 1982. p. 231.

[4] JUNG, Carl Gustav. Civilización en transición. Op. Cit., Ibid., p. 430.

[5] Lo que se afirma en éste párrafo puede interpretarse en el texto “El bien y el mal en la psicología analítica”, al relacionar conceptos tales como: “la persona y su sombra”, “ética de la convicción”, “autoconocimiento”, “Sí mismo”. págs. 429 – 430. También es importante aclarar que no se ofrece una definición precisa sobre “Sí mismo” en el presente escrito, en tanto que éste es un proceso que se da en la actuación; es decir, no será posible entender al “Sí mismo” solo a partir de cadenas lógicas bien dispuestas por escrito en el texto, pues es una actividad psicológica que exige compromiso práctico del sujeto.

[6] El tema sobre psicología y alquimia desde el que se hace la presente reflexión, está inspirada por la conferencia que se publica en el Blog del Centro Enrique Eskenazi el viernes 2 de julio de 2010, que titula “W. Giegerich: Psicología y Alquimia” [ Tomado el 18 de julio de 2011. http://eeskenazi.blogspot.com/search/label/alquimia?updated-max=2010-08-16T20%3A06%3A00%2B02%3A00&max-results=20 ]

[7] Es importante aclarar al lector que por cuestiones didácticas, en el texto se hace la diferencia entre memoria natural y memoria artificial; además, se equipara al que no se disciplina en el “arte de la memoria” con el que no cultiva la memoria natural. Pero no es que actualmente los seres humanos dependan exclusivamente de la memoria natural, ya que en el momento en que el sujeto se apropia de la lengua materna, se apropia a la vez de unas condiciones cognitivas que exige el contexto cultural.

Esas condiciones cognitivas implican orientaciones para organizar la memoria –y esto es interferir en la memoria natural-, por lo tanto, la crítica que se hace en el presente texto es que los sujetos que pasivamente se entregan al sistema colectivo que da las pautas para organizar la memoria; pueden ser considerados sujetos que por su propia cuenta, no modifican la memoria artificial. Esto último implica que es inconsciente de la potencialidad de la memoria cuando se realiza disciplinadamente y de forma consciente, y a la vez, que puede ofrecer otra perspectiva de vida si se dispone de tal manera que no riña con la memoria natural, del colectivo humano, cultural…

[8] HILLMAN, James. El mito del análisis. Siruela: Madrid, 1992. p. 192.

[9] Ibid., p. 202.

[10] YATES, Frances. El arte de la memoria. Siruela: Madrid, 2005. p. 53.

[11] Ibíd., p. 40.

[12] Si los lugares no son físicos tampoco pueden distinguirse por los materiales con los que se encuentran construidos, las dimensiones espaciales, la textura, entre otras condiciones propias del mundo positivo y real. Por el contrario, al ser lugares mentales, los “materiales” con los que se construyen son las imágenes y la lógica –psíquica-; de ahí el énfasis en que el acceso a la voz de lo inconsciente ha de ser en términos psico-lógicos.

[13] Esta afirmación se podría problematizar al plantear que las “cosas pasadas” que habitan en la memoria tienen vida por sí mismas, en tanto que se encuentran activas en el inconsciente gracias al logos de la psique y no dependen del sujeto para que puedan actuar sobre él –de lo contrario se estaría desconociendo el inconsciente colectivo-. Esto no es desconocido por parte del autor, lo que sucede es que el texto se encuentra dirigido incluso a aquellas personas que menosprecian la influencia de lo inconsciente y encuentran en la conciencia, el único territorio mental desde el cual es posible lo humano. Para éstas personas las “cosas pasadas” posiblemente no estén vivas hasta que se visitan en los lugares de la memoria mediante el pensamiento, es decir, son inconscientes de ellas; sin embargo, a ellas se les dice que es más difícil “revivirlas” cuando la organización de los lugares se encuentra determinada por la memoria natural, que cuando es la memoria artificial la encargada de esa disposición; de tal manera que distinguir al “Sí mismo” del ego resulta difícil, y éste último termina considerando al primero una invención personal.

[14] HEIDEGGER, Martin. Carta sobre el humanismo. Alianza: Madrid, 2000. Consultado el 18 de julio de 2011 en: http://homepage.mac.com/eeskenazi/humanismo.html

[15] La presente afirmación se podría refutar al plantear que el pensamiento es sólo una vía, ya que Jung habló de otras funciones como la intuición, la sensación, el sentimiento; sin embargo, sí el lector estuvo atento a los párrafos anteriores, se pudo haber percatado de que el planteamiento dice que el pensamiento es una posible vía… aunque se le preguntaría al lector, en aras de ubicar a Jung a la altura de los tiempos: ¿cuál función es la que se encuentre actualmente más desvalorada? ¿Cuál función es la que se confunde con representación mental? ¿Qué significa pensar?